“El viaje en moto es una de las últimas aventuras
que quedan. Un automóvil es una caja en la que uno se aísla del exterior, pero
sobre una motocicleta, uno es el exterior. No hay barreras entre tú y el
paisaje; sobre ti golpeará la lluvia, el viento y el sol. Claro que te cansarás
antes y estarás expuesto a grandes riesgos. Pero serás ágil. Serás centauro,
caballero y nómada de corta impedimenta. No cargarás más que con lo
imprescindible y aprenderás a renunciar a lo accesorio. Si eso no te parece
suficiente, no creo que pudieras entenderlo ni aunque estuviéramos hablando
durante horas.”
Con permiso de mi amigo Miquel
Silvestre, le robo esta cita de su libro “Un millón de piedras” ya que refleja
fielmente lo que es viajar en moto y con lo que me siento identificado (por
cierto un libro muy muy recomendable)
Hace mucho tiempo que no escribo
y no doy rienda suelta mis recuerdos. Estaba escribiendo la crónica de un día
de locura transitoria que acabo en los picos de Europa pero la situación ha
cambiado de un día para otro. Os cuento.
Tras el alumbramiento de
mi hija, me encontraba un poco despistado. La falta de sueño y las jornadas
interminables hacen que pierdas la noción de la realidad y percibas las cosas
un poco “diferentes”. Una tarde en la que los peques descansaban, me senté en
mi sofá y dediqué un rato a ponerme al día sobre las novedades de 2 ruedas. Mi
mujer me observaba, yo creo que con aburrimiento y pensando en que su marido es
un pesado con las motos.
-¿Qué moto te gusta?
-Todas, ¿por qué?
-Pero, si tuvieras que
comprar una cual es la que más te gusta.
Mi cara se volvió un
poema y me quedé pálido. Mi pulso se aceleraba y se me trababan las palabras.
Para no alargar esto, os
resumo que mi mujer me dijo que me regalaba una moto por el nacimiento de
nuestra hija y por los 5 años de casado (no me la merezco).
Puede que la mayoría de
vosotros no me conozcáis y veais este hecho como algo sin mayor trascendencia,
pero para mí sí la tiene. Hace años, tuve que vender mi moto por problemas económicos
y otros motivos varios.
Ahora, vuelvo a ser
motero con montura. Conseguí salir de mi caja.
Es miércoles por la
noche, mi familia duerme, y me encuentro preparando el viaje para recoger mi
moto en Santander. Estoy nervioso, excitado y la cabeza me va a mil, me cuesta
mucho preparar todo ya que apenas puedo concentrarme.
Cojo mi mochila
sobredepósito de mi antigua moto y voy metiendo cosas (quizá demasiadas).
Veamos, cámara de fotos, trípode, guantes, impermeable, papel higiénico
(imprescindible en una ruta larga y de montaña), pulpos….
Cuando termino de meter
todo en la mochila, enciendo el ordenador y miro una ruta guay para la vuelta.
Al lado de Santander tengo los Picos de Europa así que decido imprimirme un par
de planos ya que voy sin mapa ni gps, ni brújula, ni sextante ni ningún medio
de orientación más que una hoja con los pueblos apuntados.
Esa noche apenas consigo
dormir y los nervios me matan.
En las cuatro horas de
tren que me separan de Santander pienso de todo; pienso en mis antiguas rutas, en mi familia,
en mis hijos y se me pasa por la cabeza si no estaré haciendo una locura....No
me perdonaría que me pasara algo en mi viaje de vuelta. Aventurarme por
carreteras de montaña por las que apenas pasa nadie y con una moto que no
conozco…no sé…..Empiezo a plantearme si volver directamente por autovía e ir
haciéndome a la moto poco a poco.
Llego a Santander y tras
el papeleo me encuentro con ella. Está esperándome, invitándome a subir y
recorrer mundo (de momento lo dejamos en España). Comienzo el ritual; arranco
la moto, su suave ronroneo me recuerda a otra moto honda que tuve en su día,
DIOS QUE NERVIOSO ESTOY!!!!
Una vez encima, cierro
los ojos y respiro profundamente para aliviar la tensión de mi cuerpo y templar
los nervios. Acciono embrague, meto primera y arranco….de momento todo es recto
y libre de tráfico hasta el primer semáforo en el que tengo que frenar, reducir
y tumbar para girar a la derecha para rellenar el depósito. Todo bien hasta que
llega el momento de tumbar. De repente noto como la moto no quiere tumbar, me
he quedado agarrotado e inconscientemente he accionado el acelerador, lo cuál
ha provocado lo que se llama un recto.
Freno en cuanto puedo y a
la hora de parar, me da la sensación que hasta el suelo está más lejos que
antes. Vuelvo a pensar en mis hijos y en el viaje de vuelta……estoy demasiado
nervioso. Me bajo de la moto torpemente y temblando por el susto, casi me trago
el escaparate de la esquina.
Todo esto me recuerda a
la primera vez que monté en moto sin tener ni **** idea. Ni que decir tiene que
hace como 4 años que no me subo a una moto y menos a una de 700cc
Tras un rato de
tranquilizarme, vuelvo a montar; esta
vez más sereno y con la teoría bien presente en mi cabeza. Consigo llegar a la
gasolinera y repostar. Bueno primera toma de contacto conseguida. Por supuesto,
decido meterme en autovía y tirar para casa sin probar carreteras difíciles, no
quiero matarme el primer día.
El día es desagradable,
gris y muy ventoso. Cuando voy por la autovía a 110 el aire me quiere arrancar
el casco de la cabeza y decido tomar la próxima salida hacia la nacional.
Una vez en la nacional me
adentro en una zona de curvas y empiezo a tomarle el pulso a mi nueva montura.
“¿Ves? Si no es tan
complicado, dame un paseo anda, que voy a ser buena” me susurra mi blanquita.
Ya hemos roto el hielo y pasamos a tutearnos pero todavía guardando las
distancias que no nos conocemos.
Miro el móvil y decido
tomar rumbo hacia uno de los desfiladeros que siempre he oído hablar y que
tenía ganas de conocer. Vamos a ver si pescamos algún salmón.
Enfilamos curva tras
curva, me lo estoy pasando genial aunque
todavía no me atrevo a tumbar demasiado. Noto la moto pesada y con más torpeza que mi
antigua montura, aunque lo que puede pasar es que el que está más pesado y
torpe soy yo.
El paisaje cambia y poco
a poco se torna más rocoso y profundo, entramos en el desfiladero de la
hermida.
Hace buena temperatura y
luce el sol, el agua corre con grandes saltos y se filtra en forma de cascadas
a través de los muros de piedra que tengo a mi lado.
Esta sensación era la que
necesitaba volver a sentir. Los colores, olores, el sol en la cara y el ruido
de mi motor. Soy feliz.
Estoy buscando una zona
para apartarme y sacar una foto pero las curvas no me dan tregua y tampoco
tengo la confianza necesaria para detenerme de repente, lo tengo que ver claro.
Encontré una zona buena pero con pocas vistas y ahí me paré.
Me quito los guantes, los
sotoguantes y busco la cámara mientras me cuezo dentro de mi casco. Joder, esto
no hay quien lo aguante, esto es precisamente lo que no me gusta de montar en
moto, cada vez que paras a hacer fotos toca “desmantelarse”.
Sigo mi camino por este
desfiladero precioso y me dispongo a pescar, he visto el pez…. Para acceder a
él hay que subir una pequeña cuesta de tierra en la que cuando estoy en medio
me doy cuenta que no hago pie y voy muy despacio, los nervios me hacen frenar y
la caída parece inevitable…..(joder el primer día) instintivamente acelero y
recupero la verticalidad pero casi acabo encastrado en el pez de piedra que me
mira burlándose de mí.
Una vez pescado el
salmón, continúo la feliz marcha y me “pierdo” por picos de europa. Paso por
Potes con intención de llegar hasta Caín pero no sé cómo acabo en Espinama, Qué
más daaa!!!!! Es lo que pasa cuando no llevas ni GPS ni mapas y sinceramente,
estoy hasta los cojones de sacar el móvil para mirar el camino ¡¡¡¡CUANDO UNOS
GUANTES DE MOTO PARA MANEJAR SMARTPHONE!!!!!
Vuelvo a Potes y decido
dejar Caín para otra ocasión. Me paro cerca de la plaza y me tomo mi sándwich
que tan cariñosamente me preparó mi mujer, tengo una bolsa grande de Rufles
Jamón que acompañarán.
Después de comer
admirando mi blanquita recojo bártulos y hacia casa; como es habitual en mí,
decido tomar mi “peor camino” o el camino más largo posible, pero como me perdí
cogí el corto. Nota personal, la próxima vez con gps o mapa.
El camino que seguí fue
de Potes hasta Cervera de Pisuerga.
Tras Muchas curvas, vacas
y capullos enlatados que aceleran para que no les adelantes en plena carretera
de montaña me encuentro con el mirador de Piedrasluengas. Hay nieve todavía y
la temperatura ha bajado por lo menos unos 5 grados respecto a Potes.
Sentado sobre mi moto y
con el motor apagado parece que el tiempo se ha detenido. Es como una foto que
se quedará grabada en mi memoria. No hay nadie, solo el silencio, mi moto y yo.
Empiezan a llegar coches
y mi momento se desvanece pero permanecerá en mi memoria para siempre. Decido
tomar unas fotos y marchar.
Estoy bastante cansado,
me duele el culo y tras 4 horas de tren y otras 4 que llevo encima de la moto
se hacen notar.
El camino ya es más
relajado y no tan excitante. Me quedan 180 km de vuelta y todavía no he
repostado desde que salí de Santander, esta moto es una maravilla.
Enfilo la autovía que se
dirije a Valladolid y paro en Fromista a repostar (todavía no ha entrado la
reserva pero por si acaso).
Mientras le doy a mi culo
un merecido descanso pienso en todo lo vivido este día, en las sensaciones y recuerdos. Volver a montar es genial y es
algo que llevaba mucho tiempo deseando. Ha sido un día estupendo y doy gracias
de que al final decidiera perderme.
En cuanto a la moto,
estoy contentísimo. No era la moto de mis sueños pero cada vez me gusta más. De
potencia anda justa aparentemente con sólo 48 cv pero cuando le pillas el truco
puedes ir muy dignamente.
La 6 marcha es una
overdrive que relaja mucho la conducción y el consumo sobre todo y puedes
mantener cruceros altos. Las suspensiones son una maravilla, ya no sufro cuando
entro en una carretera destrozada y llena de agujeros. Un diez en este aspecto
ya que no me corta el rollo a perderme. Pero lo mejor de todo es la suavidad de
sus mandos, el hueco portacascos y sobre todo, el consumo….hice cerca de
350-370km y reposté pero no me hubiera hecho falta. Cuando una salida de este
tipo sólo te cuesta 20 euros en gasolina te planteas hacerlas más a menudo.
Espero vivir muchas
aventuras y km con mi blanquita y compartirlas con vosotros.
Un saludo y tomar siempre
el peor camino.